Arturo Pomar fue el primer “niño prodigio”, y que a su vez también fue utilizado como arma política. Pomar con 13 años consiguió las tablas en 1944 contra el que era campeón mundial y también legendario Alexander Alekhine. En una España sumergida en la posguerra, “Arturito” Pomar era la muestra de una pretendida inteligencia superior española para este juego tal y como predicaban en el NO-DO.
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